EL PASADO DE LA HERBOLARIA EN MÉXICO

Los conocimientos acerca de las plantas medicinales en México son muy antiguos y la mayor parte de ellos son totalmente empíricos, datan de épocas muy anteriores a la llegada de los españoles a Ámerica. Los indígenas, en virtud de su contacto más íntimo con la naturaleza y por una experiencia prolongada – y tal vez dolorosa en más de una ocasión- habían adquirido amplios conocimientos sobre las virtudes curativas de las plantas y las sabían aprovechar con sorprendente acierto.

La ciencia moderna, en lo general, no ha aumentado en mucho los descubrimientos que los indígenas hicieron hace varios siglos, y se ha concretado a aplicar métodos más elevados de investigación, comprobando, en multitud de casos, las propiedades que los indígenas habían hallado de un modo empírico.

Los estudios recientes han llevado a la conclusión de que ciertas plantas no tienen las virtudes curativas que se les atribuían, puesto que han fracasado al someterlas a la experimentación clínica. Sin embargo, aún en estos casos, se debe considerar que quizas los fracasos obtenidos dependen de que no se han identificado exactamente las plantas que los indígenas usaban ni se han aplicado en la forma en que ellos lo hacían,  pues un medicamento que los indios usaban con exíto por la vía bucal, se ha pretendido de igual eficacia por la vía intravenosa. En otras ocasiones, al hacer la experimentación con determinados animales, se ha encontrado que tal planta es o no tóxica a ciertas dosis y luego se ha generalizado, siendo así que una misma planta puede tener diferentes efectos en distintos organismos.

Por estas razones resultan aventuradas y nada prudentes las conclusiones de algunos autores y de no pocos médicos, que niegan enfáticamente las virtudes curativas de algunas plantas, sólo porque fracasaron en los casos y circunstancias en que ellos las usaron.

Los conocimientos médicos de los indios no han llegado en su totalidad hasta nosotros, debido a que los transmitían verbalmente de una generación a otra, sin escribirlos nunca, ya que su sistema de escritura no se prestaba para ello, pues con sus jeroglíficos sólo trataban de perpetuar la memoria de los grandes acontecimientos de su historia.

Otra razón es que no pocos conocimientos eran conservados en secreto por los curanderos, los cuales los disfrazaban con ceremonias y frecuentemente con manifiesta superchería, propia de la época.

Todos los secretos de los indios estuvieron a punto de perderse para siempre, por el rápido descenso que en su civilización sufrió por la conquista, que perdió su cultura al perder su religión, ya que ambas existían íntimamente vinculadas.

Afortunadamente, varios insignes escritores
españoles se dedicaron con empeño, después de la conquista, a reunir los datos
que pudieron acerca de la flora medicinal de la Colonia, salvando así algunos
tesoros de la  civilización indígena.
Entre estos autores podemos citar a Francisco Hernández, que escribió entre
1570 a 1575 el valioso trabajo titulado “Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus”,y  Francisco Ximenez, modesto fraile dominico que basado en los escritos de Hernández, publicó en 1615 “Los quatro libros de la Naturaleza y virtudes de las plantas”.

La obra de Hernández, lejos de ser solamente una reliquia histórica tiene una importancia capital como fuente casi única sobre la flora medicinal indígena. Así sabemos del asombro que causaba a los recien llegados del Viejo Mundo el ver productos tan raros y diversos como lo que llamaban el trigo gigante, para nosotros el maíz, el hule, al que le llamaban precioso bálsamo, el copal, el tabaco, el cacao o la delicada vainilla. Todas estas plantas fueron en su momento valiosas aportaciones de México para el mundo. Sin embargo, estas no fueron todas, ya que aún en tiempos modernos México sigue aportando tesoros naturales para beneficio de la humanidad. Este es el caso del barbasco, uno de los ingredientes clave de la Crema 4W, del que seguiremos hablando en futuros posts.